Cuando las personas escuchan la expresión «low-code», suelen pensar en herramientas diseñadas para desarrolladores ciudadanos o en soluciones de TI reducidas. En realidad, el uso de código bajo puede marcar la diferencia entre una transformación digital que funciona y otra que se detiene antes de despegar.
En Juakali, hemos visto de primera mano lo importante que es la arquitectura de bajo código para las instituciones financieras que navegan por flujos de trabajo complejos como originación de préstamos, renovaciones, o colecciones. Pero no porque permita mágicamente a cada organización configurar todo por sí misma. El poder del low-code reside en otra parte: en la forma en que permite una proceso de transformación más rápido, económico y adaptable.
Seamos realistas: los proyectos de software en microfinanzas rara vez fracasan debido a la ambición. Fracasan porque son demasiado caro, toma demasiado tiempo, y no puede adaptarse al cambio una vez que comienza el trabajo.
El enfoque de código bajo de Juakali le da la vuelta a la situación.
Consideremos el ejemplo de un socio de Juakali a largo plazo. Al principio, simplemente querían digitalizar sus formularios de solicitud de préstamo. Pero como la arquitectura de Juakali facilitaba la construcción sobre lo que ya existía, pudieron ir más allá, paso a paso:
Cada una de estas mejoras se produjo de forma progresiva, no todas a la vez. Sin una base de código básico, ese tipo de implementación adaptable habría requerido enormes ajustes presupuestarios y una ardua reingeniería.
La mayoría de las instituciones financieras no pueden darse el lujo de detenerlo todo mientras reconstruyen sus procesos desde cero. Lo que necesitan es un sistema que pueda evolucionar al mismo ritmo al mismo ritmo que la preparación interna.
Ahí es donde el low-code se vuelve esencial. Permite:
Con Juakali, hemos visto que, incluso si configuramos la solución para nuestros socios, el código bajo sigue aportando valor: menos errores, actualizaciones más rápidas y transferencias más claras.
El código bajo también abre una posibilidad a largo plazo: propiedad interna. Una vez que el sistema esté en funcionamiento, tu equipo puede hacer pequeños cambios (modificar un formulario, ajustar la lógica, establecer reglas) sin abrir un ticket ni esperar a que llegue un desarrollador.
Esto reduce la dependencia, genera conocimientos internos y evita los ciclos lentos y costosos de la configuración subcontratada. Esto no significa que todo el mundo deba convertirse en un creador de código bajo. Pero sí significa que cuando estás listo, no estás atascado.
Una transformación digital exitosa no consiste en tener la mayor cantidad de funciones o la interfaz de usuario más llamativa. Se trata de realizar mejoras reales, un paso a la vez. Y a menos que su arquitectura admita ese tipo de flexibilidad, desde el primer día, lo más probable es que se quede atrapado intentando dar el primer paso a la perfección.
Low-code no es una palabra de moda. Es la única forma de avanzar lo suficientemente rápido (y mantener el control el tiempo suficiente) para alcanzar realmente el resultado que buscas.